8 de octubre de 2012

Qué vida




NUEVO, y de principio, nuevamente.
¿Tal vez nada nuevo que decir?
Algo se tendrá que hablar,
las encontradas aldabas
una por otra azotando,
de paso que niega luz
enrevesado la llegada.


¿A dónde llegará?
El cuarto y un solitario,
la mesita y los recuerdos,
el dorso, la blanca escena,
su testa ayer, y hoy aquí,
ha quebrado el tiempo,
la torre se quedó de un lado,
así cobró la balanza,
desde un entorno
caliente  por su vertiente.

¡Tal vez sapiente!
el murmullo y no tu imagen,
de tus ojos afuera, el enfoque,
y el retrovisor gris silente,
pendiente del caliente ambiente.
¿Pero no hay salida?
Ardida la mirada de tanto hendija.


¡Qué vida!
Mía o la tuya en su huida,
derruido hasta llorar fundido,
cuadros en la cuenca vencida,
no hay contornos que trocar,
hay sólo leve rumor hasta el sol con ardor,


pero la tarde se desvela,
pronto se va encendiendo la vela,
andando y, los árboles en penas
dejando sus existencias,
ondula el objeto y desaparece,
desde un sitio, dijo hoy,
minutos después, ayer,
imprecisiones en relativas creencias,

vuelto y por dentro, ahogada la mecha,
tendida la cama y presto a caer,
nada cae y la silla se balancea,
un vaso de agua agrio en la garganta,
baja la tenue luz palpitando breve,
es la silueta suelta en el tiempo,
amargo reloj no aligera su anuncio,

es palmera de hojas amarillas,
el inclemente  huracán dobló
su cervical al lado de su
mano izquierda,
atrapado por la noche
que no es su prisión,
es ciclo de un día más,
y el crepitante abrasador
será claridad
y confusión de colores
en  otro presente.

Por Abraham Guevara Chamorro.

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