6 de septiembre de 2012

Bendición

Cuando por designio de Dios nace un poeta,
aterrada su madre crispa un puño blasfemo
contra Aquel que con lástima infinita la escucha:

-Me prohíbes que aborte este monstruo encogido

que se aferra a mis tripas como una maldición.
Malhaya sea la noche de pírrico placer que
concebí en mi vientre esta amarga expiación,
cuando Tú me escogiste entre todas las otras

para ser despreciada por mi propio marido.
Mas he de hacer que tu odio como uno de
mujer recaiga reventando a este hijo maldito
de modo que no puedan sus ramas florecer.

Ya a pesar en la vida con el fuego se anima,
y con demencia liba alcoholes y ambrosías
que lo lanzan cantando con una cruz a cuestas
a un caldero inflamable coronado de espinas.

Y su propia mujer hastiada de ser musa, con
uñas que ayer fueron de seda y hoy de arpías,
rasga inexorable su vulnerable pecho hasta
lanzar por tierra su expuesto corazón.

Mirad cómo alza al cielo sus dos crédulas
manos, agradeciendo a Dios hacer del
sufrimiento el único remedio contra el nefasto
infierno, y la única puerta abierta del Edén

en donde la belleza como la invicta lumbre
de una hoguera ominosa, muestra cómo
en sus oros los ángeles más límpidos
sólo son enturbiados y pálidos reflejos.


Charles Baudelaire
de: Las flores del mal
París 1821/1867
(versiónjch)

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